REIVINDICACIONES FEMINISTAS DESDE LO COTIDIANO
"Como feminista interseccional destacaría la urgencia de introducir una perspectiva antirracista y decolonial en el movimiento feminista."
Autoentrevista con fotos de archivo de Daniela Carvajal (2018).
Thais Vera Utrilla, socióloga y politóloga feminista nacida en Madrid, trabaja desde años en proyectos locales de mujeres en Berlín. La perspectiva interseccional y su apuesta por un diálogo incesante entre la academia y el arte definen cada uno de sus trabajos. Actualmente, dirige el centro de mujeres "An der Wuhlheide", situado en uno de los distritos al este de la ciudad.
¿Qué reivindicaciones feministas siguen hoy en día vigentes?
Como feminista interseccional destacaría, en primer lugar, la urgencia de introducir una perspectiva antirracista y decolonial en el movimiento feminista, que incluye la deconstrucción del propio racismo tanto como del sexismo. A menudo sucede que muchas demandas feministas corresponden a intereses de mujeres blancas de clases acomodadas que no cuestionan sus privilegios ni son conscientes de la violencia que pueden ejercer ellas mismas sobre otras mujeres. Muchas feministas blancas occidentales cuestionan las opresiones únicamente en clave de género sin tener en cuenta otras categorías como la edad, clase y raza, entre otras. Este trabajo se está haciendo desde espacios feministas antirracistas que ponen en tela de juicio las hegemonías tradicionalmente eurocéntricas y heteronormativas, con una fuerte presencia de mujeres* negras y de color.
Volviendo a tu pregunta sobre qué reivindicaciones siguen siendo temas de actualidad, es obvio que la apropiación de los cuerpos de las mujeres sigue ocupando un lugar central en la agenda feminista. La violencia de género de la que somos testigas diariamente, y que tiene su máxima expresión en los feminicidios, es un tema de extrema actualidad. Las leyes antiaborto, el debate sobre la legalización de la prostitución, la regulación de los cuidados, las violaciones como armas de guerra. El cuerpo de la mujer sigue siendo objeto de múltiples violencias a diferentes escalas, desde los micromachismos cotidianos hasta la violación y asesinato. ¿Qué propuestas aparecen desde los feminismos? Muy variadas en sus formas y muy concretas en sus demandas, finalmente, el objetivo es conseguir la liberación y plena autonomía de las mujeres en un sistema patriarcal que nos sigue presentando como objetos de deseo y placer y no como sujetas con pleno derecho de autonomía y poder sobre nosotras mismas.
¿Cuáles son tus aportaciones desde los espacios feministas en los que interactúas?
Primero, me parece fundamental que existan espacios feministas de cuestionamiento a los ismos, sexismo, racismo, capitalismo... Estos espacios permiten la oportunidad de resolver problemas individuales de forma colectiva, tratando las desigualdades como resultado de una estructura social muy concreta y muy efectiva que tiene un impacto en nuestras propias historias de vida. Es en un continuo diálogo con otras mujeres, en espacios de intercambio en muchas ocasiones autogestionados, en donde yo, personalmente, reviso y reparo mi propia historia personal. Es en ese encuentro con la otra en donde me encuentro conmigo misma. A menudo compartimos experiencias en donde nos sentimos oprimidas, desplazadas. No hay que olvidar que todas (y todos) formamos parte de un entramado de relaciones de poder que tienen un impacto en nuestros cuerpos. Cuando los relaciones son verticales y nosotras somos las que quedamos debajo, se produce un proceso de desautorización de una misma, falta de confianza y autoestima, desconexión con nuestros propios deseos y necesidades, es lo yo llamo, proceso de desempoderamiento. Precisamente desde los centros locales de mujeres en los que trabajo, se ofrecen espacios colectivos de encuentro, desarrollo y empoderamiento, que permiten visibilizar las discriminaciones en sus múltiples formas y contextos. Organizar este tipo de proyectos desde la esfera pública en centros financiados por el estado, me parece maravilloso.
"En ese intercambio se crean nuevas propuestas que mezclan el arte, la política, el activismo, y que nos llevan irremediablemente a cambios sociales desde espacios renovados de resistencia, en donde el crear es más importante que el de destruir".
¿Cuáles son los proyectos locales en los que participas?
Tan solo unos meses después de mi llegada a Berlín, me vinculé a los centros locales de mujeres. Me sorprendió la calidad de trabajo en un ámbito local, tan cercano a las cuestiones políticas feministas y a la vez con un trato directo y, en muchos casos continuo, con las usuarias, un público muy heterogéneo. Son plataformas que contienen una paleta inmensa de propuestas, miradas, formatos. Mi trabajo ha pasado por varias fases. Primero, comencé a participar en la organización de eventos culturales feministas y como curadora de exposiciones de arte en el centro de mujeres Frauenkreise, después asumí la coordinación del programa del centro intercultural de mujeres S.U.S.I. y actualmente dirijo un centro de mujeres llamado Frauentreff "An der Wuhlheide" en la zona este de la ciudad. Las usuarias son principalmente mujeres mayores alemanas, que han vivido gran parte de su vida en la república comunista alemana, sobrevivientes de la segunda guerra mundial.
Las propuestas que se realizan desde los centros son realmente infinitas y difieren dependiendo del tipo de usuaria a la que se dirijan. Acogen actividades muy diversas: grupos de teatro para mujeres inmigrantes, cursos de escritura creativa con autoras, talleres de deconstrucción del amor romántico, grupos autoorganizados de diversos colectivos de mujeres.. Igualmente, los temas políticos que se tratan representan a un amplio espectro de intereses, visiones y biografías de mujeres. Como directora, intento dar cabida al mayor número de mujeres e historias posibles. Ofrezco un espacio de seguridad y confianza e invito a escritoras, activistas, académicas, artistas a que presenten sus trabajos, a que cuenten sus historias. Y a partir de ahí generar un diálogo, un encuentro e intercambio con las participantes.
Es realmente un privilegio poder desarrollarme en un espacio tan interdisciplinar. Normalmente, nos enseñan a pensar en compartimentos, en parcelas de realidad fragmentada que no están conectadas las unas con las otras. Eso se ve muy claro desde la academia más tradicional, con todo su aparato burocrático y la consiguiente clasificación en áreas científicas, departamentos y especialidades. Los trabajos más revolucionarios e impactantes pasan necesariamente por la combinación de conocimientos, de saberes, de formatos, y también de disciplinas, ya que en ese intercambio se crean nuevas propuestas que mezclan el arte, la política, el activismo, y que nos llevan irremediablemente a cambios sociales desde espacios renovados de resistencia, en donde el crear es más importante que el de destruir.
En mi caso particular, yo vengo de una formación académica en sociología y ciencias políticas que se autodefinen como interdisciplinares porque estudian fenómenos sociales desde la antropología, la economía, sociología y psicología, entre otras, pero el hecho es que los métodos de investigación y paradigmas que defienden son muy similares, pasando siempre por un trabajo intelectual escrito con "rigor científico". Mi sorpresa aparece cuando comienzo a trabajar con mujeres artistas y activistas en los espacios locales que mencionaba. Descubro entonces que existen muchos otros lenguajes para hablar de desigualdad, patriarcado, injusticia, estructuras sociales y un etcétera de temas que me ocupan. Lenguajes efectivos desde las artes que transmiten y cuestionan mucho más que un artículo o una ponencia que siguen los cauces tradicionales de producción de conocimiento. Por ejemplo, el último taller de empoderamiento que organicé con una compañera griega, Nota L., para aprender a decir no en nuestra cotidianidad, trazar límites frente a lo que consideramos abusos o invasiones. Se trata de crear espacios individuales de bienestar muy cotidianos a partir de una experiencia colectiva. Aquí utilizamos elementos del teatro del oprimido/a y el psicodrama para re-contruir escenarios en los que nos hemos sentido vulnerables, invisibles, desplazadas.. Esta es una forma de generar nuevos espacios de seguridad, visibilización, autorrepresentación, en definitiva, de empoderamiento. Y por supuesto, de sororidad.
Tu trabajo está dirigido únicamente a mujeres y en algunos casos solo para mujeres migrantes. En realidad, son propuestas para grupos concretos, excluyendo la participación de muchos y algunas.
Siempre defiendo la necesidad de espacios de cuidado e intercambio dentro de un colectivo o un grupo que se reserva el derecho de admisión. Es una crítica, tu pregunta, que se lanza muy a menudo en espacios de solo mujeres o solo mujeres negras, o solo mujeres del colectivo LGTBI. Se nos acusa de excluir, cuando en realidad, lo que estamos es tratando ciertas cuestiones que se deben resolver únicamente dentro del grupo. La aparición de hombres en espacios feministas cuando se tratan cuestiones como las del aborto, les otorga un poder de participación y de palabra que es justo lo que se quiere evitar. Tradicionalmente el poder es y sigue siendo patriarcal blanco heteronormativo. Es momento de que esos hombres blancos hetero callen y nosotras digamos alto y claro lo que queremos y necesitamos decir. Lo mismo sucede con mujeres blancas en espacios compartidos con mujeres negras y de color. Hay experiencias que compartimos como mujer y hay otras que no. Existen espacios en los que mujeres que sufren racismo quieran estar solas y no compartirlo con las "opresoras". Ahora bien, soy una fiel defensora del diálogo horizontal, de escuchar a la otra o al otro. Y si no nos sentamos a hablar, cómo queremos ser oídas. Lo que defiendo entonces es proteger los espacios exclusivos, y por qué no decirlo, excluyentes, y combinarlos con espacios de encuentro con los y las otras. Es urgente generar más espacios de conversación y trabajo con hombres. Deconstruir el patriarcado de lo micro a lo macro, no es posible, sin ellos. Educar a hombres en la igualdad es igual de importante que educarnos a nosotras en la igualdad. Así que sí que creo que los nuevos movimientos feministas deben incluirlos, aunque siempre nos reservemos espacios solo para nosotras. Lo veo algo totalmente compatible.
¿A qué retos te enfrentas en tu posición actual?
Me interesa incluir una mirada interseccional en todos mis proyectos y colaboraciones y esto se hace especialmente difícil en mi cargo actual. El público del Wuhlheide está conformado casi exclusivamente por mujeres blancas septuagenarias y octogenarias con pocos recursos económicos. Uno de mis principales objetivos es promover un diálogo intergeneracional e intercultural en un espacio en donde la única mujer joven e inmigrante soy yo. Introducir un programa feminista es en sí un reto, así que imagina poner el foco en discriminaciones por color de piel, origen o identidad sexual. Una de mis estrategias es invitar a mujeres inmigrantes y/o con una historia migratoria a que formen parte de nuestro programa cultural y presentarlas como expertas en su campo. Para romper estereotipos y representaciones sesgadas, a menudo, manipuladas por los medios, quiero ofrecer un espacio en el que la que habla es la subalterna, la que normalmente se encuentra con obstáculos para hacerlo. Quiero que las mujeres alemanas escuchen lo que tienen que decir.
Otro de mis intereses actuales se encuentra en proceso de investigación. A partir de la colaboración con la artista y teórica Karina Villavicencio, comencé a trabajar en el concepto de microhegemonías. Esto me llevó a confrontarme con las relaciones de poder muy cotidianas en las que participamos todos los días y todo el tiempo, sin tregua. Y en esa confrontación se encuentran también mis propias relaciones de poder y jerarquías en las que intervengo y perpetúo; ya sea como oprimida o como opresora. Lo que me interesa en este análisis es no solo presentarnos como las oprimidas de la historia, que lo somos, sino, cómo en espacios de mujeres existen también jerarquías y desigualdades. ¿Existe realmente solo la posibilidad de actuar como oprimida o por el contrario como opresora? Esto me lleva, en contraposición a ambas variantes, a las relaciones horizontales de pares, por las que tanto ha peleado el feminismo. Cómo inventar y fortalecer esas relaciones en mi cotidiano, con un impacto que realmente se pueda ver y del que poder disfrutar, es lo que me interesa. Es poner en práctica la sororidad a partir de la negociación continua y eso pasa necesariamente por la confrontación con mis propios privilegios.