labrújula: el arte de educar

Fotos: Hernán Marchese (2018)

Fotos: Hernán Marchese (2018)

Entras en Labrújula y te encuentras un espacio en donde la educación tiene formas lúdicas y artísticas, en donde explorar las emociones es el camino hacia el bienestar familiar, en donde la observación y comunicación son los principales instrumentos de trabajo. Labrújula es Cristina Sahuquillo, artista y educadora española residente en Berlín desde hace años. Una mujer que usa su creatividad, conocimiento e intuición en todos los proyectos en donde participa. Su última creación es la que aquí presenta, Labrújula, un servicio de coaching familiar e infantil enfocado a ahondar en las emociones para comprender mejor a las más pequeñas*os. Nos encontramos en Kreuzberg, su barrio, una mañana de otoño, con un tiempo inmejorable que envuelve la profundidad de nuestra charla.

Primero, felicidades por tu nuevo proyecto Labrújula, en donde unes tus pasiones -el arte y la educación- para ofrecer asesoría y acompañamiento a familias, madres*padres, en la tarea de educar. Y a las niñas*niños en la aventura de crecer. Cuéntame cómo surge el proyecto. ¿Cuáles son tus expectativas?

El proyecto surge cuando me doy cuenta de que tengo una visión muy clara de cómo quiero trabajar, desarrollar mi talento. Labrújula nace de la necesidad de libertad, de ofrecer siempre un trato individualizado y, sobre todo, de dedicar a las familias el tiempo que sea necesario. Mis expectativas son ganarme la vida con lo que más me gusta hacer, sintiendo que puedo aportar mi granito de arena para “servir” a la infancia en esta sociedad.

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¿Cómo funciona una sesión de asesoría o acompañamiento en Labrújula?

Pues trabajo a domicilio (ríe). El método que utilizo es tanto variado como individual, flexible y organizado a la vez. Por ahora las familias me han llamado por tres razones: Porque hay una situación que quieren que yo observe y valore (coaching familiar), porque tienen una o varias preguntas (coaching para madres *padres) o porque quieren un seguimiento continuado de su hija*o (coaching para niñas*os), ya sea por una cuestión “que no va bien” o por un refuerzo positivo-preventivo, sobre todo en el tema de las habilidades emocionales y sociales y la creatividad. Por lo general, voy a su casa y paso de 2 a 3 horas con la niña*o o de 1 a 2 horas con la madre y/ o el padre. Mediante el juego libre descubro patrones, comportamientos, preguntas, deseos, talentos, conflictos… en las niñas*os que luego puedo contar a las madres y a los padres para finalmente ofrecerles unas u otras “herramientas” pedagógicas.

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Me interesa especialmente el trabajo interdisciplinar, sobre todo si la teoría y la práctica se encuentran. Partiendo de diferentes disciplinas y/o formatos se llega a propuestas novedosas y trabajos mucho más experimentales, que cuentan cosas nuevas. En tu caso, estudiaste Bellas Artes, y desde el comienzo de tu carrera has desarrollado tu obra artística paralela a tu trabajo pedagógico, primero impartiendo talleres para niñas*os, después trabajando en una Kita como educadora en Berlín. ¿Dónde se encuentran en tu trabajo el arte y la educación?

Cuando acabé el instituto estaba entre dos carreras: Educación o Bellas Artes. Desde siempre han ido los dos intereses unidos. Me decidí por Bellas Artes, de los cual estoy contentísima porque con 18 años fue una manera de empezar a ver el mundo diferente. Con lo me quedo aparte de toda la experimentación con materiales, la creatividad, cómo hacer un proyecto, cómo investigar, cómo obsesionarse y cómo enamorarse de los colores, de las formas, toda la poesía que hay dentro, es en cómo cambiaron mi mirada las profesoras*es que encontré. Cómo la ampliaron. Cómo desde muy joven empecé a percibir un mundo más libre de juicios y prejuicios porque se hablaba muy pronto de sexualidad, de violencia, de género. Y lo vivía en la facultad. Éramos la facultad con más diversidad de todo el campus. Me encantó. Y esa manera de ver el mundo el mundo se quedó, esa apertura. A la hora de trabajar con niñas*os, con adolescentes es mucho más fácil. Tengo la sensación de que me llegan muchos más mensajes. No necesito hacer criba, ni valorarlos o enjuiciarlos.

Una cosa muy bonita que me gusta de esta unión, arte y educación, y es la manera de relacionarse con los materiales que tenemos los artistas, bien sea un texto, una imagen. el papel, la arcilla.. es muy parecida a cómo aprenden las niñas*os, a cómo aprendemos de pequeñas*os. Ese no saber. Es enfrentarte a algo que no sabes cómo va a salir o sí, pero entonces encuentras una resistencia y cómo la trabajas. Es poder estar horas tocando un material. Cuando veo a los niños*as tocando el barro y lo están disfrutando, no veo si está sucio o no, si es un desastre o no. Puedo realmente entender el placer de estar tocando un material. La apertura, la experimentación, la experiencia sensorial también nos une mucho. Muy importante también el toque de locura, el pensar que todo es posible. Que de un trozo de barro puede salir una figura, que de un trozo de papel puede salir una imagen. Es este confiar en que estás creando de la nada.

Queremos educar en la igualdad, y para que sea efectivo hay que empezar desde la cuna. En la infancia se dan los procesos de socialización primaria y secundaria que marcarán toda nuestra vida adulta. La educación infantil desde las instituciones juega un papel fundamental en la tarea de construir una sociedad más igualitaria y justa. Educar en igualdad suena muy bonito como lema, pero en la práctica se reproducen construcciones y comportamientos sociales sexistas, racistas, etc. injustos, que se aprenden como "normales". ¿Cuál es tu posición y experiencia como educadora?

Educar en igualdad es muy complejo. Primero, porque yo diría que se trata más de educar en diversidad con igualdad de privilegios. Y segundo, porque yo llevo mi propia mochila, mi background personal de mujer blanca, europea, hija mayor, criada en un contexto católico, etc. que debo ir revisando continuamente para hacer un trabajo abierto y libre de juicios y prejuicios. Aprendo mucho sobre la igualdad observando a las niñas*os, que tienen sus propios parámetros sobre la igualdad. Por ejemplo, recuerdo que cuando había tarta en la Kita y sobraba un trozo tenía que partirlo en trocitos pequeños para que todas*os pudieran repetir. Daba igual si eran chicas o chicos, grandes o pequeñas*os… Todas*os querían reafirmar que tenían el privilegio de recibir dos trozos.

Cuando son muy pequeñas*os no existen los juguetes para niñas y los juguetes para niños, ni los colores para niñas y para niños, ni juegos, ni características, ni un crecimiento diferenciado por el género. Después de muchos años de observación no puedo afirmar por ejemplo que “las niñas sean menos movidas que los niños” o que “los niños aprendan antes a andar y las niñas antes a hablar”. Otra cosa que he observado es que a cierta edad, las niñas*os empiezan a ser conscientes de su género y están orgullosas*os de ello. Quieren hacer evidente que son niñas, estar solo con niñas … y los mismo pasa con los niños. Para hacerlo constar empiezan a “hacer cosas de niñas” o a vestir con “ropa para niñas” o comprar “juguetes para niñas” de “colores de chica” rechazando así todo lo que signifique “de chico”. Si no existiera en el mercado esta oferta diferenciada… seguro que sería diferente la manera de “vivir y crecer” el género. Para mí es muy importante crear espacios para niñas*os sin esta oferta de género diferenciada.

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¿De qué forma consciente aplicas la perspectiva feminista en tu trabajo, tanto en la teoría como en la praxis? 

Una manera de poner en práctica el feminismo es dejar de potenciar el papel de víctima-opresor. Si un niño pega a una niña, no lo hace porque sea un “brutote” y mira “los chicos son así”, es que se ha enfadado… vamos a ver qué ha pasado. Y si un niño está llorando, se queja, gime o tiene miedo… no hay que decirle nunca “pareces una nena”. NUNCA. Los niños también lloran y tienen miedo. Y los hombres también. En resumen: fomentando las habilidades emocionales y sociales sin juicios. Por otra parte, no haciendo distinción de juegos, colores ni juguetes… Porque, de verdad, no hay juguetes específicos para niñas ni para niños.

Mi trabajo acompañando familias y niñas*os lo hemos realizado tradicionalmente las mujeres. Últimamente cada vez hay más hombres en Kitas, porque en escuelas siempre ha habido. Y estoy muy contenta por ello porque supone más diversidad y modelos masculinos para las más pequeñas*os. Lo que me chirría mucho es oír comentarios entre mujeres como: “Menos mal que tenemos educadores compañeros porque tanta mujer junta es muy conflictual”. Deberíamos respetar a cada mujer por como es y dejar de etiquetar los conflictos negativamente como una cuestión del género femenino.

En este camino hasta llegar a Labrújula te ha acompañado la plataforma I.S.I. (Initiative für Selbstständige Migrantinnen e.V.), una asociación que ofrece asesoría y formación para apoyar a emprendedoras inmigrantes que están armando su propia empresa en Berlín. ¿Cuál es tu experiencia con I.S.I. e.V.? ¿Qué recomendaciones harías a otras mujeres inmigrantes en Berlín que están pensando en apostar por su propio proyecto y convertirse en autónomas?

La experiencia con I.S.I. fue la de experimentar por primera vez que nadie me preguntó al entrar: “y tú quién eres?” sino “y tú, ¿qué quieres hacer?”. Experimenté el empoderamiento como mujer inmigrante en la sociedad alemana aprendiendo que soy un factor de diversidad y que soy necesaria en esta sociedad. Otro de los mensajes que se me quedó grabado es el de: “No dejes que ser extranjera sea un obstáculo”. Al contrario, eres un enriquecimiento. No hay nadie como tú. Y por último te ayudan a reflexionar sobre la pregunta: ¿Quieres ser autónoma? ¿Es cómo te gusta o gustaría trabajar? ¿Es algo para ti? A las mujeres inmigrantes les diría que si sienten que necesitan ayuda en este proceso acudan a I.S.I. e.V.

¿Cuáles son las facilidades y los obstáculos que podrías encontrarte a la hora de emprender en Berlín como mujer inmigrante? 

Uno de los obstáculos más grandes son la falta de contactos y el idioma para mujeres que llevan poquito tiempo. La red social y familiar se echa mucho de menos. Y las “normas no escritas” se aprenden cometiendo errores, que a veces es muy desesperanzador. La facilidad es nuestra identidad, ser el factor “diferente” y “nuevo”, traer con nosotras nuevos códigos que enriquecen una sociedad. La diversidad.

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Me gustaría terminar preguntándote acerca de tus proyecciones más inmediatas. ¿Cómo te gustaría que se desarrollara Labrújula?

Me gustaría seguir trabajando en positivo, partiendo de lo que nos gusta y sabemos hacer. Y seguir combinando el trabajo con niñas y niños de manera individualizada y a la vez impartiendo workshops y charlas informativas para empoderar a las madres y los padres, en especial a las madres inmigrantes solteras y a padres separados sin red de ayuda en educación.